
¿Con cuántos meses puede ir un bebe a la playa?

¡Llega el verano y muchos papás primerizos se hacen la gran pregunta: ¿Cuándo puede ir un bebé a la playa?. Después de meses cuidando a tu peque en casa, apetece disfrutar del sol y el mar en familia. Pero, lógicamente, surgen dudas sobre la seguridad, la edad recomendada y cómo proteger a ese mini playero. No temas, aquí resolvemos tus dudas para que la primera visita a la playa con tu bebé sea segura, agradable y memorable.
¿Cuándo puede ir un bebé a la playa por primera vez?
En España no existe una edad mágica exacta, pero la recomendación general de pediatras y expertos es esperar hasta al menos los 6 meses de edad antes de llevar al bebé a la playa.
¿Por qué los 6 meses? Muy sencillo: durante sus primeros meses de vida, los bebés tienen la piel extremadamente delicada y un sistema para regular la temperatura inmaduro. Esto significa que antes del medio añito tu pequeñín es mucho más sensible al sol, al calor y a la deshidratación que un niño mayor. Su piel casi no tiene melanina (el pigmento que nos protege del sol), puede quemarse en minutos y aún no puede sudar o enfriar su cuerpo eficientemente, así que puede sobrecalentarse enseguida.
Además, bajo los 6 meses ni siquiera se aconseja usar protector solar en su piel, por el riesgo de reacciones y porque no hay filtros seguros para un uso tan temprano. Por todo ello, los especialistas coinciden: mejor esperar al medio año de vida antes de exponer a tu bebé al ambiente playero de forma prolongada.
Algunos pediatras muy cautos sugieren incluso posponer la playa hasta los 12 meses en climas muy extremos. De hecho, en ciertos países se recomienda no bañar a un bebé en el mar hasta el año por riesgos de infecciones o alergias. Pero en España, si tomas las precauciones necesarias, no hay problema en planificar las primeras vacaciones de playa a partir del sexto mes aproximadamente. ¿Significa eso que antes de los 6 meses no puede pisar la arena ni por un minuto? No exactamente.

Si tu bebé es recién nacido o tiene 2-3 meses y te mueres de ganas por “presentarle” el mar, podéis dar un paseo cortito con él a primera hora de la mañana o al atardecer, cuando el sol ya no aprieta. Un ratito breve, siempre bajo sombra, sin exponerlo directamente, es lo único permitido en esos primeros meses. Pero nada de jornadas playeras largas, ni bañitos en el mar, ni siestas bajo la sombrilla a pleno mediodía.
Los bebés menores de 6 meses no deberían ir a la playa más que esos paseos puntuales en horas muy seguras. ¡Paciencia! La playa no se va a ir a ningún sitio, y tu peque la disfrutará mucho más cuando esté listo.
Por qué esperar: riesgos del sol y el calor en los bebés recién nacidos
Que conste que no queremos ser aguafiestas; las precauciones tienen fundamento. Llevar un bebé muy pequeño a la playa conlleva riesgos reales para su salud.
Aquí van algunos motivos por los que es mejor esperar y luego ir con cuidado:
Piel ultra sensible y riesgo de quemaduras: La piel de los bebés, especialmente recién nacidos, es finísima, con poca melanina y barrera cutánea inmadura. Un ratito de sol directo les puede causar quemaduras solares graves. Incluso bajo la sombrilla no están 100% a salvo: la arena y el agua reflejan hasta un 30% de la radiación UV, así que un lactante podría quemarse aunque esté a la sombra. Además, las cremas solares no se deben usar antes de los 6 meses, así que la única protección posible en un bebé pequeñito sería ropa, gorro y sombra total.
Por tanto, exponer a un bebé de, digamos, 3 o 4 meses al sol playero es como poner un marshmellow al fuego: mala idea. (Y seamos honestos, ¡un bebé de 3 meses ni va a hacer castillos de arena ni a aplaudir las olas, probablemente le importe un pimiento la playa por ahora! ).
Golpe de calor e insolación: Los bebés menores de 1 año son de los más vulnerables a las altas temperaturas. Su mecanismo de termorregulación no funciona a pleno rendimiento: no sudan eficientemente, pierden calor muy rápido si hace frío y se sobrecalientan enseguida si hace mucho calor. Una temperatura ambiente que a un adulto solo le resulta “un poco calurosa” a un bebé puede afectarle mucho.
En verano, un bebé abrigado o al sol corre riesgo de hipertermia (aumento peligroso de la temperatura corporal) o incluso golpe de calor, que es una urgencia médica. Signos de alarma de insolación o golpe de calor en un peque pueden ser: piel muy enrojecida o caliente, respiración rápida, bebé muy irritable o decaído, sudoración excesiva (o, ojo, ausencia de sudor si ya está deshidratado), vómitos, somnolencia…. Si no se detecta a tiempo, puede causar complicaciones muy graves. Por eso hay que extremar precauciones con el sol y el calor. Mantenerlo siempre en sitios frescos y ventilados, ofrecerle líquidos frecuentemente, y jamás dejarlo dentro de un coche estacionado (ni “5 minutitos”) porque las temperaturas suben a niveles mortales en cuestión de minutos.

Deshidratación: Los bebés tienen mucha agua en su cuerpo pero también la pierden más rápido que nosotros. El calor, el aire seco de la playa o el sol pueden hacer que tu bebé pierda líquidos y se deshidrate sin que nos demos cuenta. Un bebé deshidratado puede mostrarse decaído, con la boca y la lengua secas, con menos pipí de lo normal, ojos hundidos o fontanela ligeramente deprimida, entre otros síntomas.
Para prevenirlo, además de evitar el calor extremo, hay que ofrecer pecho o biberón con más frecuencia (no esperes a que llore de sed) y, si ya tiene más de 6 meses, también ofrecer agüita frecuentemente. La lactancia materna a demanda en épocas de calor les mantiene hidratados; un bebé amamantado pedirá el pecho más seguido cuando tiene calor, ¡y eso está bien! Tu leche le aporta todo el líquido que necesita. En bebés con leche de fórmula, se les puede dar pequeños sorbitos de agua extra entre tomas si hace mucho calor, siempre consultando antes con el pediatra.
Otros riesgos playeros: No olvidemos que la playa no solo tiene sol y calor. También está el mar y el agua. Un bebé que aún no se sienta por sí solo no tiene ningún control en el agua; incluso pocos centímetros de agua representan un peligro. La Asociación Española de Pediatría recuerda que con 2 centímetros de agua (¡lo que cubre el fondo de un cubo!) y en menos de 2 minutos un bebé puede ahogarse si no hay supervisión.
Por eso, ni en la orilla, ni en una mini piscina hinchable, nunca debes quitarle el ojo de encima ni soltar a tu bebé en el agua. Además, piensa que la playa tiene fauna y flora: puede haber medusas que piquen, o el bebé podría llevarse a la boca arena, conchitas, piedras, algas (los bebés son como aspiradoras cuando empiezan a agarrar cosas). Aunque no son motivos para no ir, sí son razones para estar alerta constante y prevenir accidentes e ingestiones indeseadas.

Como ves, no es que la playa sea un campo minado, pero para un bebito hay muchos potenciales inconvenientes. La buena noticia es que la mayoría de estos riesgos se pueden evitar esperando a que el bebé esté un poco más crecido y tomando una norma esencial.
¿Cuáles? Te las contamos a continuación.
Menos tiempo: calidad mejor que cantidad
La regla de oro cuando por fin te animes a ir con tu bebé a la playa es: esquivar las horas de sol fuerte. En verano, esto significa planear la visita a primera hora de la mañana o última de la tarde. Por ejemplo, antes de las 11:00 de la mañana y después de las 17:00 de la tarde son franjas bastante seguras en cuanto a radiación solar. En cambio, entre las 12:00 y las 16:00 (aproximadamente) el sol está en su punto más alto y quema que da gusto – esas horas centrales del día ni pensarlo con un bebé. Incluso muchos pediatras amplían la franja a evitar de 11:00 a 18:00 en pleno verano. Así que madruga un poquito o espera a la tarde, que además la brisa marina suele ser más fresca en esos momentos.

¿Cuánto tiempo puede estar un bebé en la playa? Lo justo y necesario, diríamos. No esperes pasar el día entero como hacías antes; con un bebé pequeño es mejor estancias cortas. Para un primer contacto, con una hora y pico puede ser suficiente. Dependiendo de cómo veas al bebé, quizá dos horitas tranquilas están bien, pero no mucho más. Algunos expertos aconsejan máximo 2 horas seguidas (3 horas a lo sumo) y eso si el bebé está contento, a la sombra y fresco. Piensa que los bebés se cansan y sobreestimulan con facilidad. Demasiado tiempo en un entorno nuevo (con tanto estímulo: ruido de olas, brisa, luz, gente...) podría agobiarle.
Lo ideal es que la visita coincida con un rato en que tu bebé suele estar despierto y de buen humor, por ejemplo después de su siesta mañanera y con la barriguita llena. Si está somnoliento o hambriento, la playa le gustará bastante menos. Y por supuesto, respeta sus ritmos: si se pone muy quejoso o lo notas incómodo, toca recoger e irse a casa o a un lugar fresco. Siempre puedes intentarlo de nuevo más tarde cuando esté más relajado. En resumen: en la playa con bebés, menos es más. Un ratito feliz vale oro, mejor que alargar y acabar con un peque lloroso (y papás estresados).
Otra recomendación es planificar pausas frecuentes. Aunque estés bajo la sombrilla, cada cierto tiempo comprueba cómo está el bebé: tócale la nuca para ver si está muy caliente o sudando, ofrécele agüita o leche regularmente, y si ves que lleva mucho rato jugando, paras un momento para darle un respiro en la sombra total. Algunos padres optan por llevar una tienda de campaña de playa donde el bebé puede incluso echarse una siestecita protegido del sol, del viento e incluso del ruido. Si te organizas, podrías alternar ratitos de juego con descansos a la sombra para que no se sobreestimule ni recaliente.
Por último, ten en cuenta la temperatura del agua si vais a bañar al bebé. El agua del mar suele estar fresquita (a menos que sea una cala muy caliente). Para un bebé, el agua debe sentirse templada. Especialistas recomiendan que esté por encima de unos 28 °C para que el bebé la disfrute. Si el agua está helada y el bebé es pequeñito, mejor solo mójale los pies o juega con agüita en una piscina hinchable bajo la sombrilla. Ya habrá tiempo para zambullirse cuando esté más mayorcito o en días de calor extremo donde el agua se sienta como sopa.
Consejos para disfrutar de la playa con tu bebé de forma segura
Llegó el gran día: tu peque ya tiene la edad recomendada, has elegido la hora adecuada y estás listo para su primer día de playa. ¿Qué más debes tener en cuenta para que la experiencia sea segura y divertida? Toma nota de estos consejos prácticos:
- Protección solar máxima: Aunque ya tenga más de 6 meses, tu bebé sigue teniendo la piel muy delicada. Aplícale un protector solar infantil de factor 50+ media hora antes de salir de casa, y renuévalo cada 2 horas o tras cada baño, según indicaciones. Lo ideal en bebés es usar protectores físicos o minerales (óxido de zinc, dióxido de titanio) que son más seguros para su piel. No olvides zonas como orejitas, empeines, manos... ¡y no te confíes con la sombrilla! Incluso bajo la sombra, una gran cantidad de rayos UV rebotan en la arena y podrían quemar a tu peque. Así que además de la sombrilla, ponle siempre crema (si tiene 6m o más) y ropa protectora. Y por supuesto, nada de sol directo: la sombrilla o tienda es obligatoria. Si es menor de 6 meses y por alguna razón inevitable os pilla algo de sol, consulta con su pediatra; la norma general es que <6m solo sombra completa.

- Vestimenta adecuada: Viste al bebé con ropita fresca, ligera y que cubra. Las telas de algodón transpirable o con protección UV (UPF) son ideales. Mejor colores claros que reflejan el calor. Una camiseta de manga larga ligera o un bañador tipo body enterizo con filtro UV pueden proteger gran parte de su cuerpo sin darle demasiado calor. Imprescindible un sombrero o gorrito que le cubra la cabecita y la nuca (las gorras tipo béisbol no protegen el cuello ni las orejas, mejor un sombrerito de ala o estilo legionnaire). Si el bebé tolera gafas de sol, ¡genial! Unas gafitas con filtro UV protegerán sus ojitos del reflejo del mar. Y recuerda que incluso con ropa, debes poner crema solar en las zonas expuestas porque la ropa fina puede no bloquear todo el sol (si puedes ver tu mano a través de la tela, no protege suficiente).

- Siempre a la sombra y fresco: Instala la sombrilla o tienda en un lugar estratégico (lo más cerca de la orilla que permita la marea, para aprovechar la brisa, pero lo bastante atrás para que no os mojen las olas sorpresa). Existen sombrillas con filtro UV y tiendas anti-UV que bloquean mejor la radiación, muy recomendables. Bajo la sombrilla, puedes poner una sábana o esterilla para que el bebé esté más cómodo y la arena no queme. También puedes llevar un ventiladorcito portátil o abanicarlo si hace mucho bochorno. Importante: si ves que el bebé está muy acalorado, refrescádlo. ¿Cómo? Ofreciéndole líquidos, quitándole alguna prenda, llevándolo a un lugar más ventilado o remojándole un poquito. Un chapuzón suave ayuda: por ejemplo, mójale los piececitos y bracitos con agua del mar para refrescar, o mételo unos minutitos en su piscina inflable con agua ambientada (no fría) bajo la sombrilla. Muchos bebés disfrutan chapoteando un poco; eso les baja la temperatura y les divierte. Solo recuerda que el primer baño debe ser cortito, de 5 a 10 minutos máximo, para que no se enfríe ni se agobie con tanta novedad.
- Primer baño en el mar, pasito a pasito: El contacto inicial con el agua salada y las olas debe ser gradual. No es llegar y meter al bebé hasta el cuello 😅. Primero, asegúrate de que no hay medusas u otros peligros el día que elijas (infórmate de la bandera en la playa). Luego, puedes sentarlo en la orilla, en tus piernas, para que sienta la arena húmeda y las olitas en sus pies. Juega con él salpicando un poquito. Si lo ves contento, puedes entrar tú al agua con él en brazos, muy despacio, y mojarle el cuerpecito poco a poco. Siempre sujetándole con firmeza: ningún flotador sustituye la seguridad de los brazos de papá o mamá. Si tienes un chaleco flotador para bebés o un flotador con asiento especial para su edad, puedes usarlo como apoyo (algunos bebés se sienten más seguros sentaditos en su flotador). Pero ojo, incluso con flotador, no lo sueltes ni un segundo. Colócate a una profundidad donde tú estés cómodo (agua por la cintura por ejemplo) y sostenlo todo el tiempo. Observa su cara: si ves que se ríe y chapotea, ¡éxito! Si en cambio frunce el ceño o llora, sal del agua inmediatamente. Quizá el agua esté fría para su gusto o se asustó. No pasa nada, se prueba más tarde o en otro día. Lo importante es que su primera experiencia sea positiva y placentera.

- Hidratación y alimentación: En la playa, igual que nosotros nos bebemos la vida, tu bebé también necesitará fluidos con frecuencia. Como mencionamos, si es menor de 6 meses, solo pecho o fórmula, pero ofréceselos más a menudo de lo habitual. Un bebé amamantado puede pedir cada menos de una hora con el calor, y es normal. Si ya toma alimentos sólidos (>6 meses), lleva agua fresca en un termo o biberón y ofrécesela cada poco rato. También viene genial llevar alguna fruta jugosa (sandía, melón) cortada en trocitos si ya las toma; así lo mantienes hidratado y entretenido a la vez. Evita eso sí comidas muy pesadas antes del baño para prevenir un corte de digestión – realmente se trata de evitar cambios bruscos de temperatura, pero por si acaso, si ha comido mucho, espera un poco antes de meterlo al agua fría. Y recuerda: nunca dejes el biberón o agua al sol, mejor guárdalos en una neverita o bolsa térmica para que se mantengan frescos.
- Supervisión constante: Parece obvio, pero vale oro repetirlo: nunca dejes a tu bebé sin supervisión en la playa, ni un instante. Ni en el agua, ni dormidito bajo la sombrilla, ni jugando en la arena. Los accidentes pueden ocurrir en segundos. Si necesitas ir al baño o a por algo, pasa el relevo a otro adulto responsable. Un despiste y el bebé puede rodar hacia el agua, llevarse algo peligroso a la boca, o incluso un desconocido podría acercarse (uno nunca sabe). Así que “ojos de águila” todo el tiempo. Especial atención cuando esté en su piscinita o en la orilla: aunque el agua solo le cubra hasta los tobillos, quédate a su lado siempre.
- Mantén la higiene y comodidad: La mezcla de arena + pañal es explosiva 😅. Comprueba el pañal regularmente y cámbialo si está sucio para evitar rozaduras con la arena. Los pañales de agua (bañadores pañal) son estupendos porque no se hinchan como los normales y retienen las “sorpresas” sólidas si el bebé hace caquita mientras chapotea. Ten a mano toallitas húmedas para limpiarlo si hace falta, y una muda seca. Después del baño (ya sea en mar o mini piscina) enjuaga al bebé con agua dulce si puedes (una ducha rápida o botellita) para quitar la sal y arena pegada en la piel. Sécalo bien con una toalla suave, poniendo atención en los pliegues, y ponle un pañal limpio y ropita seca. Así evitamos irritaciones por la sal o humedad. Una vez limpito, seguramente se echará una siestecita reparadora – el aire de mar suele dejarlos K.O. y duermen de lujo después de tanta emoción (aprovecha ese momento de paz, te lo has ganado).
- Actúa ante imprevistos: Ten un mini botiquín playero: algunas tiritas, suero fisiológico (por si le entra arena en los ojos), y el teléfono del pediatra a mano por si hay consultas urgentes. Si ves señales de insolación o golpe de calor (como mencionamos antes: bebé muy rojito, caliente, decaído), llévalo a un lugar fresco YA, ofrécele líquidos a sorbitos, abanícalo y si no mejora rápido, buscad atención médica. Para quemaduras solares (esperemos que no pase si has seguido todos los pasos) aplica paños fríos y consulta al médico. ¿Picadura de medusa? Retira los restos con cuidado, enjuaga con agua salada (nunca dulce al principio), aplica frío y acude al puesto de socorro. Ante cualquier emergencia, mantén la calma. Pero lo más probable es que con buena planificación no tengáis ningún susto y solo acumuléis fotos adorables del bebé en la playa.
Qué llevar a la playa: checklist de imprescindibles para el bebé

Ir a la playa con un bebé supone llevar casi la casa a cuestas. Pero con los elementos adecuados, estarás preparado para todo. Aquí te listamos los accesorios útiles (sin marcas, ¡prometido!) que no pueden faltar en tu bolsa playera:
Sombrilla o tienda de playa: Imprescindible para garantizar sombra. Ideal una sombrilla grande con protección UV o una tiendita especial para bebés con filtro solar incorporado. Así creas un refugio donde el bebé pueda jugar y descansar protegido del sol y del viento. Recuerda anclar bien la sombrilla (el viento costero puede ser traicionero, no queremos parasoles voladores).
Gorro para el bebé: Un sombrerito de ala ancha o tipo legionnaire (con tela en la nuca) para cubrir su cabeza, cara, orejas y cuello del sol. Que sea de su talla y de algodón ligero o material transpirable. Muchos vienen con ajuste para que el viento no se lo lleve. Un bebé con gorro bajo la sombrilla es un bebé feliz y protegido.

Ropa UV y bañador pañal: Viste al peque con una camisita o traje de baño con tejido UPF (factor de protección ultravioleta) si es posible, así tendrá una capa extra de defensa contra los rayos. Los bañadores pañal son esenciales si se va a bañar o a sentarse en el agua; evitan “escapes” de pipí/caca en el mar o piscina y son más cómodos que un pañal normal empapado. Lleva varios pañales de agua y también pañales normales de repuesto para cuando salga del agua.

Protector solar para bebés: Si tu bebé tiene más de 6 meses, lleva una crema solar infantil SPF 50+ resistente al agua. Aplícasela generosamente y recuerda renovarla frecuentemente. Un consejo: aplícala antes de salir de casa, así se absorbe un poco y no estarás en la playa intentando embadurnarlo mientras se revuelca cual croqueta en la arena (¡te evitarás un bebé rebozado en crema y arena, todo un clásico!).

Chaleco flotador : Si tenéis pensado bañaros con el bebé, un chaleco de flotación o un flotador para bebé con asiento puede darte un extra de seguridad. Asegúrate de que es apto para su edad/peso y úsalo siempre bajo vigilancia (lo repetimos: no sustituye tus brazos, pero puede ayudar a que el bebé se sienta más estable en el agua). Algunos flotadores vienen con techito para el sol, lo cual es un plus.

Piscina hinchable y juguetes de agua: Un pequeño minipiscina inflable puede ser tu mejor aliada. La inflas bajo la sombrilla, le pones agua del mar templada, ¡y voilà! Tienes un spa bebé playero. Ahí puede chapotear seguro sin oleajes ni agobios. Además, lleva juguetes adecuados: un cubo y pala (grandes, para que no se los meta enteros a la boca), algún juguete de goma tipo patito o vasitos apilables para jugar con agua. Los juguetes mantienen al bebé entretenido y evitan que decida que comer arena es más divertido que jugar 😅 (aunque quizá lo intente de todas formas). Procura que sean fáciles de limpiar luego y que no se calienten al sol (los de colores claros mejor).

Toallas y mantita: Lleva al menos dos toallas: una grande para extender en el suelo o para secarlo después de bañarse, y otra quizá tipo poncho o albornoz de bebé para arroparlo tras el baño. También una muselina de algodón puede servir para taparle las piernitas si corre brisa o para darle sombra extra mientras duerme.

Bolsa de cambio y kit de limpieza: Prepara una bolsita con pañales de repuesto, toallitas húmedas, crema para el culete (por si notas irritación con la arena), una bolsa impermeable para guardar los pañales sucios o ropa mojada, y gel desinfectante para tus manos. Así podrás cambiarlo allí mismo cómodamente. Tip: coloca una colchoneta cambiador portátil en la bolsa, porque en la playa no hay cambiadores (¡qué más quisiéramos!).
Comida y bebida: Indispensable una neverita o bolsa térmica. Dentro, pon lo que tu bebé necesite: si toma biberón, lleva agua hervida templada en un termo y la fórmula en dosis separadas para preparar al momento (o lleva varios biberones ya listos en frío, según prefieras). Si toma pecho, ¡no olvides hidratarte tú también, mamá, para tener suficiente leche! Si ya come, incluye potitos o purés en un termo, o fruta fresca troceada en un tupper. Y mucha agua fresca (para el bebé >6m y para vosotros). También podéis llevar una sombrilla pequeña aparte o usar la misma neverita a la sombra para mantener los biberones a buena temperatura.
Disfruta con precaución: la playa puede ser el paraíso de tu peque
En conclusión, la respuesta a cuándo puede ir un bebé a la playa es: cuando esté preparado, alrededor de los 6 meses, y siempre con mucha precaución y sentido común. A esa edad tu bebé ya podrá sostener mejor su cabecita, quizá se sienta o gatea, y seguramente mostrará más curiosidad por el mundo que le rodea... ¡la arena, el mar y el cielo serán un espectáculo alucinante para él! Si esperas al momento adecuado y sigues las recomendaciones (horarios, protección, hidratación, supervisión), la primera excursión playera de tu hijo puede ser mágica. Muchos padres cuentan que la brisa marina obra milagros: el bebé come con más ganas y duerme profundamente después de un día de playa.
Además, la playa ofrece estimulación sensorial a tope: el tacto de la arena en sus deditos, el sonido de las olas, el saborcito salado (inevitablemente probará un poco de arena... puaj), todo son experiencias nuevas que contribuyen a su desarrollo.
Eso sí, recuerda que cada bebé es un mundo. Puede que a tu peque le encante el agua y se ría con cada ola, o puede que le asuste al principio y prefiera estar en brazos mirando desconfiado ese enorme “baño” llamado mar. Ambas reacciones son normales. Ve a su ritmo, sin forzar nada. Si esta primera vez no sale perfecta, no pasa nada: inténtalo otro día, o en otra playa más tranquila. Lo importante es que estéis seguros y relajados. Y, por supuesto, no olvides llevar la cámara de fotos (o móvil con batería) porque querrás inmortalizar ese primer chapuzón y sus piececitos en la arena. Aunque tu bebé no recordará su primer día de playa, vosotros sí lo haréis – sobre todo cuando estéis quitando arena del cochecito, de la toalla, del pañal, de... ¡bueno, de sitios insospechados! – y probablemente lo contarás con una sonrisa. 😄
Terminando: cuando puede ir un bebé a la playa es a partir de unos 6 meses, con precauciones, por poco tiempo y evitando el sol fuerte. Prepáralo todo, usa el sentido común y ¡a disfrutar! La playa con un bebé requiere algo más de logística, pero ver a tu peque descubriendo el mar por primera vez no tiene precio. ¡Que tengáis una feliz (y segura) aventura playera en familia!
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